martes, 27 de enero de 2009

¿Leer para aprender? y III: Si quieres, lee...

"La lectura es el instrumento o herramienta única para acceder a la sociedad de la información y el conocimiento y evitar fracturas sociales y, por tanto, mejorar la igualdad y fomentar la riqueza de las distintas colectividades."
Así de rimbombante comienza el Informe de la Lectura en España 2008, que bajo el lema "Leer para aprender", he comentado en mis últimas entradas. La verdad es que esto me suena, otra vez, a sermón. y los sermones no son los mejores aliados para pormover y fomentar la lectura. Al hilo del del informe, me gustaría compartir contigo, mi lector, las palabras de Juan Domingo Argüelles, que acabo de rescatar de su Antimanual, a modo de "La animación a la lectura en ocho pasos":
  • Si quieres, lee… Y verás que la lectura no es lo que te han dicho tantas veces, cuando con voz engolada te aseguran que leer es importante porque te hace importante.
  • Si quieres lee… Y verás que los sermones sobre la lectura nada tienen que ver con el placer de leer.
  • Si quieres, lee… Y verás que ningún libro es más importante que la vida, pero que los libros sirven, a veces, para darle a nuestra vida un sentido que no habíamos descubierto.
  • Si quieres, lee… Y verás que todas las hipérboles cultas y demasiado elaboradas, artificiales y efectistas cuyo objetivo es decirte que leas, que leas y que leas, tienen un grave defecto: son discriminatorias y ofensivas.
  • Si quieres, lee… Y verás que este no es un lema ni una orden; es tan sólo una sugerencia, pues no quiere decir que los que no leen están ciegos, sino que quienes deseen leer podrán ver que leer puede ser muy diferente de lo que connotan los discursos autoritarios y dogmáticos sobre la lectura.
  • Si quieres, lee… Y verás que hay libros tan pesados como un plomo y otros tan ligeros como el aire.
  • Nosotros decimos: si quieres, lee.
  • Si quieres lee. Lee y verás.
El otro día recordaba que leer no admite imperativo, como amar, y que la lectura no es un fin en sí misma. El fin de la lectura no es leer libros, sino el encuentro con el otro y conmigo mismo, con mi verdad. Julián Marías nos enseñó que el hombre no nace, se hace, es futurizo, se proyecta en el futuro, y cada tarea que emprende o desempeña se instala en una vida, su vida, que implica un proyecto y diversas trayectorias, y que en ese proyecto juega un esencial papel el encuentro personal con el otro. Pues bien, leer no es algo que se imponga mediante sermones, sino que se comparte, con cordialidad y entusiasmo; implica, pues, un encuentro personal; no sólo una comunicación, sino una comunión.
“Un buen promotor de la lectura que es, a la vez, un buen lector –nos insiste Argüelles–, sabe compartir sus satisfacciones de lectura con aquellos que están dispuestos a intercambiar las experiencias del goce”. Los sermones no sirven para promover y fomentar la lectura, y el libro no es un fetiche sagrado; lectura y libro no son un final, sino un comienzo.

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