jueves, 27 de noviembre de 2008

Pasadizos: I Premio Málaga de Ensayo

Uno de las motivaciones de este mi blog personal es compartir contigo mi actividad como editor de ensayo. Cumpliría mi objetivo si lograra suscitar tu curiosidad, provocarte directamente para que te animaras a leer, o al menos a ojear y hojear, alguna de mis propuestas editoriales.

Una de ellas ha sido ésta que te reseño: Pasadizos: espacios simbólicos entre literatura y arte, del cordobés Vicente Luis Mora. Ahora que no me oye, Mora es de esos autores que no sabes por donde hincarle el diente: es novelista, es poeta, se atreve con ensayos sobre la nueva sociedad producto de la revolución de las nuevas tecnologías... Además es alto, compacto, muy serio y con un aire a estética cool, y algún maledicente periodista le ha colgado el sanbenito de miembro de la generación nocilla, algo que, conociéndole, no sé si le ha hecho mucha gracia.

En 2007, en colaboración con el Instituto Municipal del Libro de Málaga, desde editorial Páginas de Espuma convocamos el I Premio Málaga de Ensayo, para manuscritos originales de género no ficción.
Una de mis tareas, a parte de leerme la cantidad de manuscritos que llegaron a concursar, fue seleccionar el grano de la paja. Te puedo garantizar que cada españolito de pro tiene una novela inédita guardada en el cajón de su mesilla, pero hay una cantidad nada despreciable de frikis que, cual francotiradores, atesoran joyas ensayísticas sobre temas variopintos: desde un tratado sobre los cuernos (los otros, no los taurinos), hasta una colección de encuentros en la tercera fase.
El jurado del premio fue de lujo; formamos parte de él Rafael Argullol, filósofo y escitor; Estrella de Diego, escritora y profesora de Arte Contemporáneo; Javier Gomá, filósofo, periodista y escritor; Chantal Maillard, poeta y escritora; Juan Malpartida, escritor, crítico y poeta; y yo, como editor y director de la colección Voces/Ensayo de Páginas de Espuma. Además, con voz pero sin voto, mi querido amigo Alfredo Taján, escritor y poeta, y actual director del Instituto Municipal del Libro de Málaga, hizo las veces de anfitrión insuperable.
La obra ganadora fue un manuscrito que llevaba por título Topomaquias. Una vez abierta la plica correspondiente, descubrimos con sorpresa (indiferencia de algunos, protesta apasionada de otros), que el autor de la obra premiada era Vicente Luis Mora. Al autor, que reside en Albuquerque (Nuevo México, EEUU), donde es director del Instituo Cervantes, lo despertamos con una llamada premiada, a las 3 de la mañana, hora local. Su alegría por la noticia no compensó su modorra noctámbula.
Durante los siguientes meses Mora y yo nos pusimos a trabajar sobre el manuscrito, para preparar su edición. Han sido meses de llamadas de teléfono, conversaciones on line, intensas, apasionadas, polémicas y siempre gratificantes. Logramos una cubierta que nos gustó a ambos, gracias a Paul Viejo, y coincidimos en la necesidad de dotar al libro de un título de impacto, menos laberíntico y esotérico como el de Topomaquias. Así vió la luz Pasadizos, un libro collage, donde, con la escusa de la reflexión sobre la poética del espacio, los poemas de Mallarmé dan la mano y dialogan con Octavio Paz, los versos de Leopardi se entrecruzan con la poética de la Red y la Web 2.0, y la escultura de Chillida abre espacios dialógicos entre la filosofía y la poesía. Mora nos porpone una valiente reflexión sobre la arquitectura contemporánea, o nos hace visitar con la nariz una perfumería, llena de sugerencias y evocaciones.
Disfruté mucho editando este libro. Espero que tropieces con él en algún momento. Alguna de sus páginas son muy sugerentes.

El nuevo paradigma: Entrevista con Cuqui Weller

El amigo Cuqui Weller, verdadero hombre del Renacimiento, pues reúne en su persona su condición de traductor, periodista, hombre orquesta de la edición, y todoterreno de Literaturas.com, ha tenido la osadía de animarse a entrevistarnos a Manuel Gil y a , con ocasión del lanzamiento de nuestro primer libro El nuevo paradigma del sector del libro.

Y el amigo Weller se descalza con semejante entrada: "Para regocijo de muchos y desazón de algunos, Trama editorial (a la que damos la enhorabuena) inaugura su colección «Tipos móviles» con un más que interesante ensayo de los especialistas Manuel Gil y Javier Jiménez sobre la situación actual del sector del libro en España.
En el trabajo se estudia el papel actual de los protagonistas del sector y se les ofrecen unas cuantas sugerencias, indispensables diría yo; los editores, los distribuidores, los libreros y el precio fijo, a examen, pero no un examen parcial, sino para pasar de curso."

Cuando Manolo y yo concretamos con Cuqui la dinámica de la entrevista (por escrito y a vuelta de correo) no tuvimos la prudencia de sondear cuántas preguntas nos lanzaría. El reto casi nos supera, y como podrás comprobar cuando la leas, lo que está claro es que se leyó el libro de arriba abajo, lo que le agradecemos.

A modo de visión general, Cuqui afirma: "El libro expone con claridad y sencillez todos estos temas, y nos ofrece datos, soluciones, recomendaciones. Los autores no se andan por las ramas y ponen en tela de juicio exclusivamente los temas que necesitan una revisión urgente. Esperemos que gane la literatura y que gane el lector."

Si te atreves, aquí tiene el enlace para leer la entrevista completa. Puedes saborear un café mientras tanto, así que tómate tu tiempo.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Books, Shakespeare and Company. El caso Sylvia Beach

Desde años soy un asiduo de las librerías de viejo, de las librerías de lance y a veces hasta de los anticuarios y gente de almoneda que tiene libros raros y polvorientos arrumbados en un rincón. Aún recuerdo mis años de adolescencia, en los veranos en el Postiguet, cuando las tardes las pasaba en la trastienda de una librería de segunda mano –hoy desaparecida junto con el edificio– de la calle mayor, cerca de la Plaza del Ayuntamiento. Se me podía encontrar en la última estantería, en el último pasillo de la sinuosa librería, tirado en el suelo, buscando El vizconde de Braguelone, en la edición de tres volúmenes de la Editorial Lorenzana, en aquellas maravillosas ediciones con lomos dorados y piel azul, con la silueta de Nôtre Dame de París en la cubierta, calada en oro. Los volúmenes aún están destacados en la librería del salón de mi casa, como un testigo fiel de lecturas adolescentes, siempre apasionadas y compulsivas.

La visita a estas librerías de batalla –cementerio vivo de libros vencedores del tiempo, de las modas, de las rentrées– no deja de ser obligada en mis viajes. Rastreo las estanterías con la misma ilusión de entonces, en busca del libro no leído, de la edición curiosa o del ejemplar raro y sorprendente. No siempre se consiguen triunfos; otras veces, la presa está muy alejada de mi bolsillo; pero el simple hecho de tener en las manos el ejemplar deseado, satisface y justifica la visita. La última ha sido a un pequeño librero anticuario de la calle Uniwersytecka de Wroclaw, en Polonia. La pieza, una preciosa edición del Zaratustra de Nietzsche, fechada en Leipzig en 1900 –el año de la muerte del filósofo– y editada por C.G. Naumann. Y todo, por 16 zlotys, menos de 5 euros.

En los últimos años, las posibilidades de visita a libreros de viejo se han multiplicado por mil, gracias a sitios web como iberlibro.com o uniliber.com. La posibilidad de localizar libros agotados, antiguos o raros en cientos de librerías de todo el mundo, de comparar precios y ediciones, de lograr la mejor opción de envío, todo esto llena de satisfacción a un loco aficionado por la bibliofilia. Quizá se ha perdido el contacto físico con la librería, pero el nivel de servicio de estos libreros de viejo adaptados a las nuevas tecnologías es muy alto (mucho más que la de cualquier librero de nuevo), la comunicación personal y profesional con el librero vía e-mail facilita mucho las cosas, y la emoción al encontrar la pieza sigue siendo igual de intensa, aunque uno ya no pueda tocar y hojear las presas valiosas que no va a comprar.

Esa emoción la sentí, hace unos años cuando, con motivo de preparar un curso de gestión de librerías, y con el ánimo de dar a mis alumnos un repaso sobre la historia reciente de las librerías, topé con un ejemplar del libro de Sylvia Beach Shakespeare & Company, The Store o fan American Bookshop in Paris, publicado por Harcourt Brace & Co., en primera edición, en 1959. A los cinco días de la compra, la librería estadounidense me envió a casa, en sobre de burbujas e impecablemente envuelto en papel de periódico, un precioso ejemplar, en tapa dura, encuadernado en tela amarilla y con sobrecubierta fatigada y un poco sobada. Mi primer gesto: abrir el ejemplar para olerlo. Por lo demás, el ejemplar estaba impecable, salvo por el “mordisco” interior en las páginas 107-108, por razones que aún no consigo descubrir.

El ejemplar del libro de Sylvia Beach me sirvió para llamar la atención a mis alumnos sobre la vida de unas de las libreras más interesantes del siglo XX, la americana que en 1919 abrió una pequeña librería, Shakespeare and Company, de libros en inglés en París, años después trasladada a la calle de l’Odèon, que se convirtió en un centro de referencia cultural y literario en los años de la Europa de entreguerras. Por la librería pasaron y se quedaron como asiduos clientes y amigos tanto los escritores franceses del momento, como Paul Valéry, León-Paul Fargue o André Gide, como escritores anglosajones de la talla de Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertudre Stein, T.S. Eliot, D.H. Lawrence o James Joyce.

La historia de esta librera se funde con la de su librería, y su libro es un verdadero testimonio de cómo ambas se convirtieron en un centro telúrico de la cultura del momento. Pero Sylvia Beach no fue una librera al uso; acometió empresas de alto riesgo para su época, como afrontar en solitario la edición de los primeros ejemplares del Ulises de James Joyce, un autor perseguido por la censura en su país y con serios problemas económicos. Beach se encargó, sin conocimiento del autor, de imprimir en una imprenta de Dijon dos ejemplares de la monumental obra, encuadernados en tapas azul griego, que entregó en mano a su autor el dos de febrero de 1929, con motivo de su cumpleaños. El autor, sorprendido y agradecido, dedicó un poema a su librera, editora y benefactora:



“¿Quién es Sylvia? ¿Cómo es?
¿Por qué la alaban todos nuestros escritores?
Es una joven y valiente yanqui
Que, llegando desde el oeste, ha conseguido
Que todos los libros puedan llegar a publicarse.”



Durante la Segunda Guerra Mundial, la librería Shakespeare and Company recibió varias visitas de soldados del ejército de ocupación alemana. En una ocasión, en 1941, por culpa de un ejemplar único del Finnegans Wake que Beach se negó a vender a un irritado oficial, la librera se vio obligada a desmantelar la librería y guardar sus valiosos tesoros a la espera de mejores tiempos. La maniobra le costó seis meses en un campo de confinamiento. De regreso a París, fue liberada, en una rocambolesca aventura, por un joven Hemingway, con un uniforme de campaña sucio y ensangrentado, a lomos de un jeep del ejército americano.
En fin, sus memorias están llenas de anécdotas, respiran amor por los libros y por la literatura en todas sus páginas, y reflejan el testimonio de una librera que participó activamente en la difusión de la cultura anglosajona desde una pequeña librería en tiempos difíciles.
Cuando me incorporé, a comienzos del año 2007, a la Editorial Páginas de Espuma para dirigir su colección Voces/ Ensayo, le presenté a su director el proyecto de recuperar las memorias de Sylvia Beach como mi libro de presentación de la nueva etapa de esta colección. En los años ochenta, un pequeño sello barcelonés, Ediciones Thor, publicó, en traducción de Roser Infiesta, una edición tamaño bolsillo del libro de Sylvia Beach. Contacté con la familia Infiesta, propietaria en su momento de la editorial, con ánimo de localizar a la traductora.


A continuación, inicié los trámites para ofertarles la recuperación de dicha traducción, con la posibilidad de revisarla y actualizarla. Mientras, una vez que contactamos con la editorial americana que disponía en la actualidad de los derechos (University of Nebraska Press, que en 1991 publicó una edición en rústica, con una cubierta ciertamente horrible), conseguimos que nos indicaran qué agencia literaria ostentaba los derechos para su edición en español.

Cuando llamamos a dicha agencia ni tan siquiera sabían sus gestores que representaban al sello americano. Iniciamos las negociaciones, presentando las líneas generales del proyecto. La agencia nos preguntó si queríamos algún ejemplar de la obra. Como soy muy celoso de mis posesiones bibliográficas, solicité que nos enviaran dos ejemplares, para poder trabajar con ellos con facilidad. Al final fue la propia editorial americana quien nos envió por courrier unas fotocopias de su edición, que contaba con un prólogo del poeta James Laughlin. Pasados unos días, en contestación a nuestra solicitud, la agencia reaccionó, pero no en el sentido que esperábamos.

Para nuestra sorpresa, la misma agencia, que hace unos días ni sabía de la existencia de Sylvia Beach ni de sus memorias, y que tampoco sabía que representaba a la editorial americana, nos salió con que tenía una oferta de otro sello editorial. La representante de dicha agencia nos aclaró, no obstante, que “como nosotros habíamos sido los primeros”, teníamos una opción de presentar oferta en primer lugar. Inocentes de nosotros, la presentamos; la sorpresa fue mayúscula cuando, semanas después, la responsable de la agencia nos aseguró que los colegas de la otra editorial habían doblado nuestra oferta. Ante los nuevos acontecimientos, y aceptando con deportividad la situación, decidimos abandonar semejante locura. No supimos entonces quién era el editor rival, y decidimos dar carpetazo al asunto. No juzgo, tan sólo constato los hechos.

Meses más tarde, con motivo de una presentación en Barcelona de uno de nuestros libros, visité en abril pasado la librería La Central del Rabal. Tengo por costumbre no salir de una librería sin haber comprado un libro. Esta vez la elección no fue difícil, y la sorpresa no fue por el libro en sí, sino por la alegría de constatar la preciosa edición que Ariel había sacado al mercado, por fin, del libro de memorias de Sylvia Beach. El misterio se había resuelto y felicito a Mauricio Bach por su buen gusto en la edición del libro, dentro de su colección Biografias y Memorias del siglo XX.

Dos detalles: se recupera la traducción de Roser Infiesta –revisada por el propio Mauricio Bach–, y se rescata la viñeta que habría capítulo en la primera edición americana, que reproduce un curioso retrato de Shakespeare, logotipo de la librería en la calle de l’Odèon. Esta edición utiliza a su vez bastantes fotografías –no todas– de la primera edición de 1959, e incorpora algunas menos conocidas de la autora. El resultado final es magnífico, muy atractivo, y confieso que en el avión de vuelta a Madrid no pude resistirme a comenzar de nuevo su lectura, esta vez la tercera: “Mi padre, el reverendo Silvestre Woodbridge Beach, D.D., fue ministro presbiteriano que durante diecisiete años ejerció como pastor en la Primera Iglesia Presbiteriana de Princeton (Nueva Jersey).”

Les invito a continuar con su lectura, no se arrepentirán. Y le deseo larga vida en las librerías de nuevo a esta edición en la editorial Ariel; que no sucumba a las lógicas financieras del grupo al que pertenece.

Presentación de Jorge Volpi

El pasado 15 de abril de 2008, en Casa de América, tuve ocasión de presentar el último libro de Jorge Volpi, titulado Mentiras contagiosas: Ensayos, publicado por Editorial Páginas de Espuma.
Como editor de la colección Voces/Ensayo de dicha editorial, tuve la oportunidad de abrir el acto, acompañado en la mesa (empezando por mi derecha) por Eduardo Becerra, profesor de literatura hispanoamericana de la UAM, Jorge Volpi y Edmundo Paz Soldán, escritor.
Estracto de mi presentación:

"Según se desprende del estudio del profesor Volpi, Mentiras contagiosas, publicado por Editorial Páginas de Espuma, existe una peligrosa especie de libros, las novelas, que se comportan como virus o parásitos: buscan contaminar al mayor número posible de lectores y, para lograrlo, están condenadas a luchar apasionadamente entre sí. Según el profesor Volpi, desde la publicación de El Quijote, las novelas infectan y contagian y a veces se convierten en auténticas epidemias.
"Al hilo de estas afirmaciones, denunciamos desde el Ministerio de Sanidad y Consumo la irresponsabilidad del Ministerio de Cultura en la celebración del IV Centenario de la publicación de El Quijote, por el riesgo de epidemia vírica que ha supuesto para la población española, además del injustificado gasto público destinado a dichos fastos.
"No obstante, de la investigación del profesor Volpi se desprende que el riesgo de contagio de la población actual por el virus “Quijote” (rebautizado por nuestros técnicos como “Clavileño-400”) es muy inferior al verdadero riesgo que España y la Unión Europea corren ante la aparición de nuevos y virulentos virus-novela.
"Las recientes epidemias de los virus “Potteriana-7”, clase “Hogwarts”, “DaVinci-1” y sus secuelas, “Narnia-6”, con sus potentes virus “Aslan” y “Caspian”, o el longevo “Anillo Tolkien”, han tenido un serio efecto en la población. El Ministerio de Sanidad no supo reaccionar a tiempo. Pero todos estos virus han quedado empañados por el efecto pandémico del virus bautizado por nuestros técnicos como “Zafón-1º”. En su primera manifestación conocida, la más agresiva hasta ahora, el virus “Zafón-1º”, más conocido popularmente por “La sombra del viento”, que viene actuando desde el año 2001, ha afectado a más de diez millones de sujetos, según fuentes de este Ministerio, y su efecto devastador se ha extendido a la población adulta de más de treinta países.
"Desde este foro, el Ministerio al que represento quiere alertar a la población, esta vez de forma anticipada, de la inminente llegada del virus “Zafón-2º”, que amenaza con una pandemia de escala internacional. La población en alto riesgo de contagio se calcula, en una primera estimación, en un millón de personas, en las primeras semanas de activación del virus.
"El Ministerio de Sanidad, desde este foro, recuerda a la población que:
1º.-El virus “Zafón-2º” sale al mercado el próximo día 17 de abril del corriente.
2º.-Por la experiencia acumulada, podemos deducir que el virus “Zafón-2º” es previsible que tenga un comportamiento pandémico, que sea altamente contagioso, y se transmita por la vista, el oído y el tacto.
3º.-El virus “Zafón-2º” se presentará en un formato estándar, aparentemente inofensivo, con una cubierta atractiva y un eslogan y título irresistibles.
4º.-No obstante, el virus “Zafón-2º” no actúa en elementos acuosos ni reacciona en la oscuridad.
5º.-Este Ministerio se reserva el derecho de acometer las acciones legales necesarias para prevenir la pandemia producida por “Zafón-2º”, acciones que comenzarán con el precinto de librerías.
6º.-El Ministerio lanzará una campaña informativa a la ciudadanía, con la inserción de lemas disuasorios del consumo de dicho virus “Zafón-2º”, lemas como:
-Leer novelas contagia.
-Leer perjudica seriamente tu propia salud y la de los de tu alrededor.
-No abra esta novela, evite el contagio.
-Leer novelas produce impotencia.
"Este Ministerio recomendará la difusión de estos lemas en los distintos medios de comunicación social.
"Para ampliar las conclusiones del estudio Mentiras contagiosas contamos con la presencia del profesor Jorge Volpi."

(Al finalizar mi intervención, parte del público cayó en la cuenta de la charada. No obstante, alguién me preguntó a la salida qué cargo ocupaba dentro del Ministerio de Sanidad.)

(Copy de las fotos: David Reneses de León)