viernes, 23 de enero de 2009

¿Leer para aprender? II: El derecho a no leer

El nuevo Informe de Lectura 2008 que el Ministerio ha presentado estos días bajo el lema "Leer para aprender" me está haciendo reflexionar mucho sobre en qué consiste realmente el fomento de la lectura en la sociedad actual, cuando median las instituciones públicas. En el Informe se recuerda que "el Ministerio de Cultura decidió lanzar una estrategia coordinada con la Federación de Gremios de Editores de España (en adelante, FGEE) con el fin de generar una «movilización social a favor de la lectura»". La "movilización" general tiene cierto tinte militarista, y el fomento de la lectura, en manos de Ministerios y Federaciones, ha activado las alertas de distintos intelectuales en estos últimos años, en tanto que consideran que está amenazada la lectura en tanto que ejercicio de la libertad del individuo. Hoy quiero comentar el caso de Daniel Pennac, que en su libro Como una novela, se atrevió a redactar un decálogo de derechos de los lectores:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarnos las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo.
7. El derecho a leer en cualquier sitio.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.
Leyendo estos días el Antimanual para lectores y promotores del libro y la lectura, de Juan Domingo Argüelles, he recuperado estas reflexiones acertadas de Pennac, que van en la línea de recordarnos el derecho a no leer. Como subraya Argüelles, "las libertades del lector y las del no lector deben estar fuera de toda duda; son irrenunciables, democráticamente, humanamente, más allá de ideales ilustrados asumidos como dogmas". Hace unas semanas tuve oportunidad de comentar aquí cómo algunos reputados autores de best sellers infantiles proclamaban a los cuatro vientos que "la lectura es un fin en sí misma". Pues bien, leer un libro no puede imponerse, no puede ser objeto de una "movilización" ministerial. Leer no es una religión. Ni el arte, ni la literatura, ni los libros ni la lectura son fines en sí mismos. Como nos insiste Pennac, "el verbo leer no soporta el imperativo", y sin embargo, vivimos en una sociedad que, con o sin Informe, manda leer. Argüelles sentencia: "Mandar leer ha hecho más daño a la lectura que todas las horas juntas de televisión y videojuegos". La lectura no se impone, se propone, y, como nos ilumina Manguel, "el amor por la lectura se aprende, pero no se enseña". El lema del Informe, "Lee para aprender", llama analfabetos y brutos a los que no leen –porque, simplemente, no les da la gana– y eso es discriminación y arribismo. Por ello, el único lema admisible respecto la lectura es "Lee lo que quieras".

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