"El Topo había estado muy atareado toda la mañana, haciendo una limpieza general de su casita para celebrar la llegada de la primavera. primero con escobas, luego con plumeros; después con una brocha y un balde de cal, encaramado a escaleras, taburetes y sillas, hasta que tuvo la garganta y los ojos llenos de polvo, salpicaduras de cal por toda su negra piel, la espalda dolorida y los brazos cansados".
Así comienza El viento en los sauces, una de las obras más representativas de la Edad Dorada de la literatura infantil inglesa, escrita por Kenneth Grahame. Su personaje central, Mr. Mole –un inteligente y prudente topo, que vivirá apasionantes aventuras con sus amigos del Río– me sirve para ilustrar al primero de los retratos de este Bestiario de la edición que hoy comienzo.
El topo es un animal trabajador, hacendoso, pero como todos sabemos, el topo vive y trabaja bajo tierra, es ciego y el fruto de su labor –por muy reluciente que sea– no ve la luz. Y es que el topo vive, nunca mejor dicho, en trincheras, pero en la retaguardia. El sector del libro en España, que se caracteriza, entre otras cosas, por su hermetismo y su falta de transparencia, se nutre de estos topos para "tomar el termómetro" en las distintas coyunturas.
Así, el amigo Manuel Rodríguez Rivero nos tiene acostumbrados a sus jugosos comentarios sobre la vida del sector del libro y la edición, en los que nos da cuenta de sus charlas de té con sus amigos topos de CEGAL, para hablar del descenso de las ventas en librerías en los últimos meses; o nos confía sus conversaciones con sus topos de la FGEE, sobre las elecciones a la Presidencia de la Federación de Editores.
No obstante su diligencia, el topo siempre llega, de todas formas, tarde, y como el propio Rodríguez Rivero afirma: "mis topos, pobrecillos, nunca me dicen nada que no sepa ya casi todo el mundo". Pues eso, "menos topos, Caperucita".
El topo es un animal trabajador, hacendoso, pero como todos sabemos, el topo vive y trabaja bajo tierra, es ciego y el fruto de su labor –por muy reluciente que sea– no ve la luz. Y es que el topo vive, nunca mejor dicho, en trincheras, pero en la retaguardia. El sector del libro en España, que se caracteriza, entre otras cosas, por su hermetismo y su falta de transparencia, se nutre de estos topos para "tomar el termómetro" en las distintas coyunturas.
Así, el amigo Manuel Rodríguez Rivero nos tiene acostumbrados a sus jugosos comentarios sobre la vida del sector del libro y la edición, en los que nos da cuenta de sus charlas de té con sus amigos topos de CEGAL, para hablar del descenso de las ventas en librerías en los últimos meses; o nos confía sus conversaciones con sus topos de la FGEE, sobre las elecciones a la Presidencia de la Federación de Editores.
No obstante su diligencia, el topo siempre llega, de todas formas, tarde, y como el propio Rodríguez Rivero afirma: "mis topos, pobrecillos, nunca me dicen nada que no sepa ya casi todo el mundo". Pues eso, "menos topos, Caperucita".
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