lunes, 2 de marzo de 2009

Mentiras y lágrimas

Esta historia es un pequeño tratado de psicología, o más bien, de moral. De hecho, podríamos decir que está construida sobre un eje que vertebra todo el argumento: la mentira. En esta historia mienten todos los personajes: el señor Kampf, antiguo botones y luego empleado del banco de París, se mueve en sociedad -la sociedad parisina decadente de los títulos nobiliarios y de la alta burguesía dedicada a los negocios- con la apariencia y el aparato de un gran señor, pero debe su fortuna a un golpe de suerte en la Bolsa parisina de los años veinte. La señora Kampf, con el boato de una dama de Corte del siglo XVIII, domina la topografía nobiliaria parisina como si sus orígenes fuesen de noble cuna, cuando no deja de ser una antigua dactilógrafa, que sueña con el amor de su vida, aquel hombre que la eleve a las cotas más sublimes de sensualidad. Antoinette Kampf, la hija del matrimonio, es una adolescente víctima del desamor de sus padres, llena de rencor a toda autoridad castradora, descreída hasta de su Dios, y en ese sentido falta de piedad y amor a nada ni a nadie; llevada por ese odio y por la envidia que le suscita el amor de Betty, rompe y arroja al río las invitaciones para el baile; luego calla y mantiene con su silencio la mentira, por omisión. Mis Betty, la profesora de inglés de Antoinette, no va, como afirma, a correos a enviar las invitaciones, sino que se escapa en un taxi en busca de su primo, que no es tal, sino su amante. Miente la señorita Isabelle, la profesora de piano, alardeando de conocimientos de arte de los que carece y que no son suyos. Por fin, miente el personaje elidido de esta novela: la sociedad parisina de los años veinte, llena del oropel vacuo, presa de las apariencias, víctima de la hipocresía y de la doble moral.
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El baile, Irène Nèmirovsky, Salamandra, 2006.

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